En el largo tiempo en que a los señores Haro y Catalán les importaba el Betis un mismísimo, inmenso y auténtico carajo, un generoso grupo de béticos se partía el pecho para acabar con la dictadura que destrozaba al club. En el largo tiempo en el que acercarse a ese Betis sólo producía disgustos, y no negocios, los hijos de esos béticos apoyaron a sus padres, sufrieron como si fuera en su carne la represión de éstos y aprendieron la lección: muchas veces recomendaron que abandonaran una batalla que siempre sería perdida y muchas veces les respondieron que no había derrota en sostener una causa noble, y ninguna la había más que soñar a su Betis liberado.
Por eso, entre las patrañas que en su desesperado intento por aferrarse al poder lanza estos días el señor Haro (repárese en cómo, dado su historial de tontadas, inteligentemente han apartado a Catalán de los micrófonos) ninguna alcanza lo miserable de desmerecer a sus opositores como los “hijos de”, pues precisamente, señor Haro, fueron esos hijos como cayados quienes, entre muchos otros, provocarían que usted llegara al poder.
Sólo por eso debería reprimir su lengua y lavarse la boca antes de hablar de ellos.
Cuando en aquella oscura noche de los tiempos los Galera, Espina, Salas, Serrano, Soto, Leonardo, Teresa y tantos, tantos otros, decidieron emprender su quijotesca cruzada, se toparon con mil y una suspicacias. “Algo buscarán”, se preguntaba con razón el personal, pues quién se metería en semejante fregado sin poder rascar más pronto que tarde poder y dinero. Fue tarde, pero la oportunidad tuvieron de reclamar su parte del lechón cuando Lopera se fue a la lona. Era legítimo hacerlo. Era normal. Cuando José María del Nido enfiló la cárcel trató por todos los medios de imponer a su hijo en la presidencia del Sevilla. Estos béticos no lo hicieron. Consideraron que mancharía su palabra. Ni más ni menos. En ese momento confiaron en dos ignotos aficionados que habían aparecido entre las sombras y el hedor del cadáver de Lopera. Nada opusieron a que Haro y Catalán se hicieran con el Betis.
Hasta hoy, cuando sus cachorros se alzan, empujados en cierta medida por su legado, hartos de la ruina y mediocridad en que sigue imbuido el increíble Betis. Dado lo reñido de la disputa, se estima que puedan ser los béticos de base quienes decanten el gobierno del club en la Junta del lunes. Así ha de ser. Los gobernantes tienen sus ventajas: el altavoz del poder, los enjuagues con las peñas, la elección de las armas… Pero no han de confiarse. Los ‘hijos de’ cuentan con Serra y con toda la vergüenza que a ellos les falta.
Antonio Félix – muchodeporte.com